Bogotá. 19 de mayo de 2022
Por Juan Camilo Gutiérrez
Investigador científico de Misión Salud
History of Science, volumen 58, capítulo 4
Joseph M. Gabriel, Bennett Holman
Año de publicación: 2020
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Gabriel es historiador de la medicina y profesor de la Universidad del Estado de Florida (Estados Unidos), dentro de sus líneas de interés se encuentran la historia de la propiedad intelectual, de la ética médica y de los medicamentos, especialmente en los siglos XIX y XX. Por su parte, Holman es profesor de historia de la filosofía de la ciencia en la Universidad de Yonsei (Corea del Sur) y su línea principal de interés es la relación entre la epistemología médica y social.
El objetivo de los autores es describir el posible origen de los comportamientos fraudulentos dentro de la industria farmacéutica estadounidense. Para ello, analizan el surgimiento, a finales del siglo XIX, de la forma como se construye y valida el conocimiento terapéutico actual, mediante los experimentos clínicos y de laboratorio. según los autores, esto trajo un cambio en los referentes éticos del campo médico y farmacéutico, en el que la utilidad clínica se convirtió en el principal árbitro de la legitimidad farmacéutica.
Acompañado de una permanente tensión entre los intereses científicos y de lucro, este cambio llevó no solo a la aparición de nuevos marcos regulatorios, sino también a comportamientos fraudulentos frente a las nuevas lógicas imperantes, de ahí que se pudiera instrumentalizar la construcción del conocimiento científico con fines comerciales, contrastando con la época inmediatamente anterior a estas transformaciones donde la generación del saber farmacéutico estaba orientada de forma diferente.
Durante buena parte del siglo XIX, en Estados Unidos se consideraba que el efecto de los medicamentos no era homogéneo entre diferentes individuos y era el médico quien, mediante un conocimiento profundo del paciente y de sus circunstancias, podía determinar si tal o cual producto era de utilidad en un sujeto concreto. De ahí que fuera necesaria la divulgación en la comunidad médica de todo nuevo descubrimiento farmacéutico, como una forma de validación de la efectividad y seguridad de los tratamientos mediante la experiencia empírica de los galenos, por lo que el restringir el acceso a este conocimiento mediante mecanismos como las fórmulas secretas o las patentes, era muy mal visto por la comunidad médica de ese entonces.
El texto de Gabriel y Holman proporciona ideas muy interesantes, pues al poner en cuestionamiento aspectos de la construcción y validación del conocimiento científico que son aparentemente obvios o inmutables, nos devela su historicidad y contingencia, donde la ciencia debe reconocerse como una actividad que no sólo influye en la sociedad, sino que es producto de esta última.
De esta manera, el artículo aquí comentado seguramente será del agrado de aquellos interesados en la historia de la ciencia, la farmacia, la propiedad intelectual, la regulación farmacéutica, y la epistemología y ética de la medicina.
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